Fuerza o Resistencia

¿Fuerza o Resistencia? El secreto para una salud de hierro que nadie te cuenta.

¡Vaya preguntita la de hoy! ¿Qué es mejor para la salud, machacarse en el gimnasio levantando pesas o salir a correr hasta que te duelan los pies? La verdad es que no hay una respuesta única y definitiva. Depende mucho de lo que busques y de cómo seas tú.

Lo primero: ¡Que te guste!

Antes de meternos en tecnicismos, hay una cosa importantísima: ¡que disfrutes! El mejor ejercicio es el que te motiva a seguir, el que no te da pereza empezar. Si odias el gimnasio, no te obligues a levantar pesas. Si correr te aburre, busca otra cosa. La clave está en ser constante, y eso solo se consigue si lo pasas bien.

A tope con la Fuerza: ¿Por qué es buena idea?

Levantar pesas, usar bandas de resistencia, hacer ejercicios con tu propio peso… todo eso entra en el entrenamiento de fuerza. Y ojo, que no es solo para ponerte «cachas». Está comprobado que ganar masa muscular (o simplemente mantenerla) es genial para envejecer con salud y prevenir enfermedades. Piensa que un cuerpo fuerte es un cuerpo más resistente a los achaques.

La Resistencia: ¡Aguantar como un campeón!

Correr, nadar, montar en bici, bailar… todo lo que te haga jadear durante un buen rato es entrenamiento de resistencia. Aquí el objetivo es fortalecer el corazón y los pulmones, mejorar la circulación y aguantar más. Vamos, lo que se dice tener fondo. Y esto, a la larga, te da una calidad de vida tremenda.

Entonces, ¿qué elijo?

¡Lo ideal es no elegir! Tanto la fuerza como la resistencia son importantes. Lo suyo sería combinarlas. Por ejemplo, podrías hacer 3-5 días de cardio (correr, bici, etc.) a la semana y complementarlos con 1-3 días de entrenamiento de fuerza.

La clave: ¡Escúchate a ti mismo!

Al final, lo más importante es diseñar una rutina que se adapte a ti. Piensa en tus objetivos (¿quieres ganar músculo? ¿perder peso? ¿simplemente sentirte mejor?), en tu nivel de forma física actual y, sobre todo, en lo que te gusta hacer.

Así que ya sabes, ¡ponte las zapatillas y a mover el esqueleto! No importa qué elijas, lo importante es que el ejercicio se convierta en un hábito en tu vida. ¡Tu cuerpo (y tu mente) te lo agradecerán!

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